lunes, 22 de junio de 2015

SIETE

Sentado, mirando la pared de mis más profundos recuerdos, examino los dibujos que cuelgan de los ganchos de madera en la cuerda que mi madre ha puesto en mi cuarto. Un dinosaurio, un jaguar, una ventana rota, la imaginación de un niño no tiene fin.

El gato llama mi atención, sentado en la ventana lame su pata pasándola luego por su cabeza, es negro como el ébano y sus ojos verdes hacen notar la astucia que tienen todos los felinos. Me mira fijamente al notar que lo observo.

 - “¿Qué me miras niño? Tomo mi baño matinal” – ronronea – “¡mira hacia otro lado! me incomodas”

Siete es así, huraño y cascarrabias, está conmigo desde que tengo memoria, siempre acompañándome, dándome ideas, pero normalmente criticándome. A veces no me gusta y me da miedo, quiere que me dañe o dañe a alguien más.
 
Vino mi primo a visitarme, tiene dos meses, no hace más que mirar a todos y mover sus manos y pies en el aire, todos están locos por el, huele bien y es muy suave. Siete dice que si cayera de algún lugar alto no pasaría nada, que los bebes son como pelotas saltarinas, me reta a probarlo.

Al fin se durmió, lo dejaron en la cama de mis padres. Siete me persigue para ver si me atrevo, no quiero tocarlo pero él me insiste y me araña los brazos, me duele. Siete sigue insistiendo, ahora va contra mi rostro.


-“¡Está bien gato! veremos cómo rebota”  - me acerco a la cama y empujo al bebe hacia el borde, mi primo hace ruiditos y burbujitas con saliva, me detengo, Siete me mira.

- “¡Ya hazlo Dieguito!” - el brillo de sus ojos hace que parezca que sonríe.

Doy el último empujón, no rebotó, un hilo de sangre sale de su nariz antes de que comience a llorar, lo jalo de los piecitos arrastrándolo hacia la escalera, creo que sería lo suficientemente alto para que Siete dejara de molestarme. Volteé y me fije que dejaba un caminito de sangre por donde arrastraba al nene. Los grandes corrieron presurosos y levantaron al bebe gritando, mi mama me mira molesta y asustada, mi padre me toma del brazo sacudiéndome y lloroso le explico que Siete me obligó enseñándole los profundos arañazos en mis brazos y cara. Papa me toma de los dos brazos ahora, sigue sacudiéndome mientras me muestra mis propias manos con las uñas ensangrentadas.

No sé porque ellos no pueden ver a Siete, no lo oyen, no ven como nos mira a todos sentado en la ventana. El gato mueve su cola, da vueltas sobre sí mismo y se echa a dormir. Me voy de la habitación con mis padres que me llevan a mi dormitorio y me dejan ahí cerrando la puerta, oigo a mi mamá llorar mientras se aleja. Siete ya no está, me echo en mi cama mirando al techo.

 - “Tus papas siempre van a echarte la culpa de todo, los haces sufrir, mira como tu mamá llora por tu culpa, sería mejor si desaparecieras, si fueras un ángel los cuidarías desde el cielo, si salieras por la ventana.........”- miro a Viernes echado a mi lado, es un niño como yo.

- “Me caeré, está muy alto” - le replico – “no Dieguito, Dios te tomara en brazos y te llevara al cielo a ser un angelito para que cuides a tus padres” – Viernes me sonríe.

 - “Es verdad” - musito levantándome y caminando hacia la ventana que me muestra el velo de la noche cayendo, mientras la brisa nocturna ondea las cortinas azules con autitos de colores.






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